El conflicto entre Israel y Palestina atraviesa un nuevo pico de tensión tras las órdenes de evacuación emitidas este 7 de agosto por el Ejército israelí en el norte de la Franja de Gaza.

En medio de bombardeos intensificados y combates casi diarios, se suma la amenaza de Irán, que promete represalias contra Israel al responsabilizarlo del asesinato del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, ocurrido recientemente en Teherán. 

Las Fuerzas de Defensa de Israel exigieron a los residentes de los barrios de Masheya y Sheikh Zayed, en Beit Hanoun, abandonar sus hogares y trasladarse hacia la Ciudad de Gaza.

Aunque las autoridades israelíes argumentan que la medida busca proteger a civiles frente a los ataques de Hamás, la ONU ha calificado estas acciones como desplazamientos forzados, una práctica repetida que agrava la crisis humanitaria en el enclave. 

El conflicto, que se reavivó hace diez meses tras la ofensiva sorpresa de Hamás —en la que murieron alrededor de 1.200 personas en territorio israelí y 250 fueron secuestradas—, amenaza con extenderse más allá de Gaza. El Gobierno de Benjamin Netanyahu aseguró que Israel está “preparado para la defensa y el ataque”, en respuesta a las advertencias de Teherán. 

La postura de Israel

En su justificación de las evacuaciones, el Ejército israelí afirmó que Hamás disparó decenas de cohetes desde zonas cercanas a almacenes de ayuda humanitaria gestionados por organizaciones internacionales como la UNRWA.

Además, informó que atacó un presunto centro de producción de armas de Hamás y de la Yihad Islámica en Deir al Balah, incluso dentro de lo que denomina una “zona humanitaria”. 

La dimensión regional del conflicto preocupa cada vez más. Irán ha elevado su retórica contra Tel Aviv, mientras Estados Unidos sigue buscando frenar una escalada. El secretario de Estado, Antony Blinken, señaló que el futuro de un eventual acuerdo de alto el fuego dependerá en gran medida de las decisiones del nuevo jefe político de Hamás, tras la muerte de Haniyeh. 

En este contexto, Gaza continúa sumida en una catástrofe humanitaria, con miles de desplazados, infraestructura devastada y la sombra de un enfrentamiento directo Israel-Irán que podría reconfigurar el equilibrio en Medio Oriente.