La biotecnología impulsa a España y Europa hacia la autonomía estratégica, fortaleciendo salud, alimentación y economía frente a crisis globales y geopolíticas.
En un contexto donde la rivalidad tecnológica global y la fragilidad de los suministros estratégicos han puesto de relieve la necesidad de reforzar la autonomía, la presidenta de la Asociación Española de Bioempresas (AseBio), Rocío Arroyo, destaca el papel esencial que puede desempeñar la biotecnología.
Según Arroyo, España tiene la oportunidad de fortalecer su sector biotech para responder con resiliencia a futuras crisis sanitarias, energéticas o alimentarias, convirtiéndose en un motor de competitividad y sostenibilidad para Europa.
La urgencia de asegurar prosperidad y seguridad en un mundo volátil se refleja en la reconfiguración de las cadenas de valor globales y la presión sobre la industria europea.
España cuenta con un sector biotecnológico sólido y dinámico, que podría convertirse en pilar de la soberanía europea.
Según AseBio, España es la novena potencia mundial en producción científica en biotecnología, con un 2,49 % de la producción global y publicaciones un 20 % más citadas que la media mundial.
El informe Draghi resalta la necesidad de invertir masivamente y reformar los marcos regulatorios para fortalecer la base industrial y la capacidad de innovación del continente. Para España y Europa, esto no es una opción, sino un requisito para mantenerse competitivos.
Este conocimiento se traduce en impacto económico: el sector aporta el 1,1 % del PIB y genera más de 131.000 empleos altamente cualificados. La industria biotech europea crece al 5,3 % anual, el doble que la economía de la UE, demostrando su capacidad dinamizadora.
Las áreas de aplicación de la biotecnología en España incluyen salud humana (48,7 %), alimentación (32,4 %), agricultura (17 %) e industria biotecnológica (10 %).
Las empresas nacionales lideran en ensayos clínicos y destacan en terapias avanzadas, bioeconomía y alimentación del futuro. La pandemia y la crisis energética han evidenciado que la autonomía estratégica depende de la capacidad de producir medicamentos, vacunas y alimentos seguros localmente, y la biotecnología es el motor de esta capacidad.
Para desplegar plenamente este potencial, es necesario superar desafíos como el acceso a financiación, un marco regulatorio ágil y el fortalecimiento de infraestructuras y talento.
A pesar de un récord histórico de capital privado en 2023, muchas empresas biotech aún enfrentan dificultades para escalar e industrializar sus proyectos. Movilizar capital público-privado y crear centros industriales especializados es clave, al igual que atraer y formar talento en bioinformática, producción y gestión biotech.
Además, la regulación debe acompañar la innovación: agilizar terapias avanzadas o normativas sobre técnicas genómicas aceleraría el impacto de la biotecnología en la economía y la salud. Fortalecer este sector garantiza que España y Europa puedan responder con resiliencia a crisis futuras, consolidando una economía competitiva y sostenible.
