Las calles de Marruecos se han convertido en el epicentro de un estallido social protagonizado por la Generación Z, una juventud que canaliza su frustración a través de las redes sociales y que ha tomado las plazas de al menos 11 ciudades desde el pasado fin de semana.
Al grito de “No queremos el Mundial, queremos sanidad” y “Queremos hospitales, no estadios”, miles de manifestantes reclaman una vida digna y denuncian la corrupción de la élite política y económica.
El movimiento no responde a partidos ni a líderes visibles: su fuerza radica en la organización espontánea y digital.
Bajo el hashtag #GenZ212, en alusión al prefijo telefónico del país, colectivos como Gen Z 212 y Morocco Youth Voices han impulsado protestas pacíficas en plataformas como TikTok, Discord e Instagram.
Sus comunicados destacan un mensaje claro: la juventud exige reformas estructurales en sanidad, educación y empleo.
“Ya no hay esperanza”, confesó Youssef, ingeniero de 27 años, durante una manifestación en Casablanca. “No solo quiero reformas parciales, quiero un cambio de sistema. Quiero mejores salarios, mejores puestos de trabajo y precios más bajos para poder vivir dignamente”.
En Rabat, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos registró más de un centenar de arrestos, mientras que en otras ciudades como Marrakech, Agadir y Souk Sebt se reportaron decenas más.
Aunque la mayoría de los jóvenes fue liberada, aquellos que reincidieron en las protestas enfrentan cargos por desórdenes públicos.
Las autoridades locales han intentado frenar las marchas con prohibiciones preventivas, pero los manifestantes persisten. “Amamos a este país y sentimos un deseo ardiente de verlo progresar”, declaró uno de los detenidos antes de ser trasladado a comisaría.
Marruecos: hundido en una crisis prepara el Mundial 2030
El trasfondo de estas movilizaciones es una crisis socioeconómica que golpea de lleno a la juventud. La tasa de desempleo juvenil alcanzó el 35,8% en el segundo trimestre de 2025, generando un mercado laboral desajustado y precario.
La sensación de desigualdad se refuerza con lo que muchos llaman un Marruecos “a dos velocidades”. Por un lado, proyectos millonarios como el tren de alta velocidad, los puertos de Tanger Med y Nador West Med, o las inversiones en infraestructura para la Copa Africana de Naciones 2025 y el Mundial 2030.
Por el otro, realidades rurales donde más de la mitad de los hogares carecen de agua corriente y miles de familias aún viven en tiendas de campaña tras el terremoto de 2023, sin acceso a servicios básicos de salud o educación.
La indignación se intensificó tras un hecho dramático en el hospital Hassan II de Agadir. En agosto, ocho mujeres embarazadas murieron en apenas diez días luego de cesáreas en quirófanos infestados de cucarachas y sin insumos básicos.
Testimonios recogidos por Le Monde describieron un trato inhumano: “Nos trataron como ganado”, denunciaron familiares.
Este caso simbolizó para muchos jóvenes la precariedad del sistema y la falta de prioridades del Estado, que invierte en megaeventos deportivos mientras la población carece de servicios esenciales.
Hoy, las calles marroquíes reflejan un reclamo generacional. La Generación Z no solo pide mejoras puntuales, sino un replanteo completo del modelo de desarrollo. Y aunque el régimen intenta contener la ola de protestas, los ecos de la Primavera Árabe de 2011 vuelven a resonar, con una fuerza renovada y digital.